El único enemigo de la cultura es quien aún no es capaz de reconocerla. Por esto como mexicano, tengo la seguridad de que cada fotografía debe ser una ejecución magistral que captura la esencia única de una cultura, revelando sus colores, tradiciones y emociones con un atentado visual de gran impacto para su público.

Las culturas se convierten para la fotografía, en un arma de fuego de gran calibre que dispara con precisión y belleza la diversidad del mundo que habitamos. Viajando me encuentro con rastros de culturas y de lugares donde el tiempo no ha lavado su legado aún o bien donde la creatividad ha forjado todo su potencial. Cada pueblo con su colorida plaza y su restaurante de comidas legendarias o la gran ciudad con sus rascacielos y centros comerciales donde el dinero resplandece en toda su superficie.

Como un curioso con licencia para disparar que huye de la seguridad y va al encuentro con las autoridades de lo desconocido, disparo a disparo intento lograr la ejecución de una fotografía sin efectuar un despojo de su identidad o limitar su complejidad para evitar así cometer un atentado contra las tradiciones de su cultura. Esto es, con toda seguridad, mi mayor desafío.

La fotografía constituye un arte que trasciende fronteras y desafía prejuicios, revelando la belleza y la complejidad de las culturas que forman parte de este mundo.