Es a través de la fotografía donde la verdad y la manipulación se enfrentan en este polémico mundo de luces y sombras. Hay momentos donde el fuego visual arde con intensidad, capturando la esencia cruda de la humanidad, mientras que en otros se busca la suavidad del lavado de la realidad, donde la transparencia se ve empañada por intereses ocultos.

Los contrastes no sólo nos rodean, están en cada uno de nosotros y es lo que nos hace únicos.

Para obtener una ejecución fotográfica donde los contrastes cobren significado, siempre habrá al menos dos elementos, en un diálogo constante como autoridades que comparten el mismo cargo dentro de la composición, opuestos entre sí, cual se requeriría a dos seres para que pueda existir un enemigo. Para lograr escucharlo, me despojo de ideas preconcebidas como quien huye de una ciudad sumida en la contaminación. Puedo sentirlo al entrar a descansar en un hotel dejando el bullicio de la plaza detrás de mí, o en un restaurante contemplando los increibles colores de un platillo o en las distintas emociones que se perciben recorriendo los pasillos de un hospital.

La fotografía es un arte de contrastes. Captar dichos contrastes a traves de un disparo con la cámara me lo recuerda a cada instante, en cada ejecución. Pero en medio de esta ejecución visual, a menudo nos encontramos con atentados a la mirada, imágenes que buscan despojar a la verdad de su transparencia, con un lavado de realidad distorsionado.

Viajando por un mundo donde la verdad es a menudo un bien escaso, la fotografía busca abrir brechas de despojo en la cortina de la opacidad, provocando debates y reflexiones en busca de una mayor transparencia en nuestra percepción del mundo que nos rodea.