Guerra: despojo de la tranquilidad

«Paz Eterna»

 

¿Quién se hubiera imaginado que después de una pandemia (que aún no termina, por cierto) seguiría una guerra?

 

Ucrania está en el ojo del huracán, increíble cuánto daño se puede hacer para saciar el hambre de poder de un dictador ruso que quedará marcado y señalado en la historia.

 

Cuántas vidas se fueron por un virus y hoy cuántas vidas se van por un enemigo que valora más el territorio, sin importar la separación de familias, la destrucción y el caos, creando a todas luces una guerra sin sentido, disparos a personas inocentes, despojo de la libertad, bombardeos a escuelas, hospitales, teatros que sirven de refugios… y al final una herida que no sanará.

 

La evolución humana al parecer se mide por el avance tecnológico, el manejo y control de enfermedades, por la creación de riqueza para cubrir más allá de las necesidades básicas y las que no lo son, pero triste y trágicamente, también se mide por las armas de destrucción que son más enfocadas a aniquilar de una manera más certera, nadie huye de un misil que no solo tiene como objetivo explotar, si no que además, el desaparecer a quién está a los alrededores, así, literalmente, desintegrar la vida que encuentre a su paso.

 

Y todas esas armas de gran calibre que ahora circulan en manos de soldados y de civiles, son el instrumento del odio y la ambición, creando un atentado genocida, que en pleno 2022 nos hace ver que la humanidad no ha aprendido de los errores del pasado. ¿A dónde quieren llegar? A tener un territorio devastado y el control de una región que al final solo quedará en ruinas con una historia truncada.

 

Pareciera que la lejanía de Ucrania crea una distancia segura con México, pero que tristeza, que angustia y que lejos de la realidad el pensarlo así. Las autoridades de nuestro país se lavan las manos colocándose en una postura «neutral» cuando aquí en este territorio tenemos una guerra permanente con la inseguridad en las calles, en las carreteras y hoy abiertamente en un estadio deportivo donde el enemigo es el que no porta los mismos colores.

 

Sorprende el terrible incidente recién vivido en el estado de Querétaro, en un partido de fútbol teñido de rojo por el salvajismo de un grupo que tiene como pretexto el despojo del contrario. Y vuelvo a preguntar ¿En qué tiempos estamos viviendo? golpizas a sangre fría, jóvenes rebasados por la turba -que de milagro no terminó en masacre- ¿Dónde están las autoridades?, la seguridad no está presente ya ni en los eventos deportivos.

 

¿La violencia y la guerra son parte de nuestra naturaleza? me niego a creer que no hay esperanza de una convivencia sana, me resisto a pensar que la humanidad se acerca a un punto de no retorno, los disparos en Ucrania están llegando a todos los rincones del planeta, la tensión no es ajena y la violencia nos sobrepasa …

 

Hoy son muchas preguntas que no tienen respuesta, hoy como siempre se encontrará la manera de seguir, de encontrar caminos fuera de este caos, pero justo necesitamos abrazar y aferrarnos a la idea de que todos habitamos y somos vecinos en una misma tierra.

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