Archivado en diciembre 15, 2020
Este año quedará registrado en la historia como un parte aguas en la vida del planeta entero. Nos hemos enfrentado a una serie de transformaciones en lo físico, lo emocional, las relaciones humanas, pero sobre todo, en la relación con uno mismo, en esa introspección necesaria para ser sobrevivientes, aprender y justo «transformarnos y evolucionar» ante esta otra realidad.
La pandemia del 2020 es del tamaño de nuestros miedos, es un monstruo invisible de gran calibre que existe y está lejos aún de ser domado. Esta enfermedad se hace fuerte y se multiplica porque es más fácil cerrar los ojos, es más cómodo dejar que las autoridades tomen las riendas y los riesgos, sin ser conscientes que la responsabilidad y los cuidados debemos tomarlos de manera individual.
Por esto mismo, el enemigo no sólo es un virus, es la ignorancia, la negligencia, la arrogancia y la falta de humildad de los dirigentes desbordados por su ego que niegan la falla en sus estrategias, el enemigo es también el poco valor que le dan a la vida tantas personas que en las calles, en las plazas, en los restaurantes y en cualquier sitio se exponen sin sentido con su absurda bandera «¿quién se va a morir, tú o yo?» sin darse cuenta que a su paso podrían estar disparando contagios como ráfagas de un arma de fuego y atentar contra un público que estuvo en el lugar equivocado, en el momento equivocado.
¿Cómo será el mundo post-Covid? aún no lo tenemos claro, negar que existió no ayudará, creer que esto se termina en el minuto previo al 2021 tampoco, pero más complejo sería no tener fe en que vienen nuevos tiempos, con toda seguridad esperamos una vacuna que trae a cuestas la esperanza de todos, la ligereza de muchos y el deseo de volver a una realidad que dista mucho de ser la misma que conocíamos.
Adiós al 2020 que se llevó la vida de tantas personas…
Adiós a la hermana, a la madre, a la mujer que luchó hasta que su cuerpo ya no pudo y como las guerreras, entregó sus armas para descansar…
Adiós al profesor de matemáticas, a la maestra de inglés que cambió la visión de tantos niños, porque les enseño que un empresario, un cirujano, un fotógrafo o un periodista bien preparado, puede hacer la diferencia en un mundo tan competitivo.
Adiós al personal de salud de cada hospital, que se expuso por una gran causa, salvar vidas.
Adiós al hijo, al padre, al hombre que le mostró a su familia que la vida se basa en el amor y la solidaridad.
Adiós también a las mascotas, compañía y compañeros de aventuras.
Adiós a todos los que están ahora caminando junto a nosotros, desde el recuerdo que dejan en nuestro corazón…
De manera simbólica el ciclo debe cerrarse, dar gracias por seguir, por hacer lo correcto. ¡Hoy más que antes, hoy más que nunca, pensemos en nosotros, cuidando a los demás!
Adiós a un 2020 que ha sido el año que nos tocó vivir, que nos enoja, que nos confina, pero a la vez, que nos enseña a ser grandes y que nos ha forzado (idealmente) a reconocer que los límites que hay en nuestra mente, solo se crean para marcar la distancia de hasta dónde queremos llegar.